Estoy
apuntada a una página web que periódicamente me envía encuestas para que
participe. No se cómo ni cuándo me apunté, pero no tengo ni la paciencia ni la
habilidad necesaria para desapuntarme. Con cada encuesta realizada voy
acumulando puntos con los que de vez en cuando puedo pedir algún regalo en
forma de cachivache más o menos inservible para la cocina y eso de momento hace
que no me moleste demasiado la puntualidad germánica con la que recibo la
encuesta de la semana.
Normalmente
me preguntan por mis gustos acerca de los productos más variopintos, o mi
intención a la hora de contratar seguros. Estas últimas son las más difíciles,
nunca recuerdo ni mis compañías de seguro ni ninguna otra (ya puestos, creo que
ni recuerdo qué seguros tengo contratados). Aunque la encuesta sea anónima, me
resisto a revelar mi ignorancia a algún tipo de ente virtual que se encargará
de procesar mis respuestas al otro lado de la red, así que acabo
invariablemente “haciendo trampa”, consultando en internet acerca de las
compañías más usuales o respondiendo al azar. (Sin duda una razón de peso que
explica mi escepticismo con los resultados de encuestas que veo luego en los
periódicos).
Pero hace
unos días recibí un cuestionario totalmente diferente. Para empezar, eran preguntas abiertas, sí, ¡qué pereza! ( ¿cómo
procesará el ente virtual las respuestas abiertas?) y para continuar el tema
elegido me pareció peculiar. Básicamente preguntaban sobre los pensamientos que
se tienen en esos momentos del día en los que no hacemos nada de particular, como
el trayecto de ida y vuelta al trabajo , durante las comidas, cuando damos un
paseo por la calle o cuando estamos en casa haciendo las tareas del hogar. Me
pareció terriblemente curioso y original al principio, y aterrador después,
cuando al intentar contestar, me topé con grandes dificultades, porque la
verdad, nunca me había parado a pensar
sobre lo que pienso (qué gran frase).
¿En qué
pienso a las 8 de la mañana cuando hago medio dormida y con el piloto
automático el trayecto hasta la oficina?. Pues tuve que hacer un ejercicio de
memoria, no lo tenía nada claro. ¿Será que no pienso? Eso será malo, seguro:
noto al ente virtual juzgándome. No me considero tan diferente al resto de mis
compañeros y compañeras curritos y curritas. ¿Será que no pensamos
ninguno?. ¿Será que no le concedo
siquiera la categoría de pensamiento a las tonterías que pueden entrar y salir
de mi cerebro a cualquier hora del día?. Súbitamente me sentí culpable de no ocupar mis
ratos muertos en elaborar alguna teoría del cosmos, o en desmenuzar los
entresijos filosóficos de universales tales como el qué fue primero, si el huevo o la gallina, o
quién escucha los árboles que se caen en medio del bosque. Si como mucho, puede
ocurrírseme un día preguntarme si no habré dejado la luz encendida del baño.
Puedo
recordar alguna idea en concreto, pero no las de todos los días, y no había
pistas sobre qué contestar. ¿Debía aburrir al ente virtual con el detalle
pormenorizado de lo que podía haber rumiado cada uno de los días de esta semana?
¿Hacer un resumen? ¿Deducir la tendencia media
de lo que suelen ser mis pensamientos?
¿Y si no tengo tendencia? Si hoy
soy de un padre y mañana de otro… Cuánta confusión. Señores, ¡dejen de mandarme
encuestas tan difíciles!.
Me
pregunto qué retorcida mente ha podido encargar la elaboración de esta encuesta
y con qué propósito. Como no se me
ocurre ningún motivo y soy básicamente desconfiada, al final no contesté, por si acaso.
Pero el
caso es que tras haber recibido el cuestionario, ahora me he hecho súbitamente
consciente de algo que antes pasaba por debajo de mi radar. Me he dado cuenta
que en contra de lo que yo creía, no voy tan vacía de pensamientos, en realidad
no puedo estar un minuto sin darle vueltas a algo en la cabeza. Ahora me fijo
en las cosas en las que voy pensando, y a veces no me gustan: demasiado tiempo
preocupada por mí, por los míos, por la salud, por el futuro, por la vida…
Demasiado tiempo consumido en temas irresolubles, que no tienen remedio o sobre
los que no tengo control, demasiado.
No se
para lo que le hubieran servido al ente virtual mis respuestas, a mí me han
servido para conocerme mejor. Ahora
viene la segunda parte, ¿seré capaz de cambiar la tendencia?
- - sí
- - no
- - no sabe/ no contesta