Un trozo de vida en un desierto no es un alma en soledad,
el sol caliente, el calor ardiente y la luz transparente
ordenan el caos, preludio a la muerte.
La arena con sus lamentos consigue parar al viajero,
pero la lluvia no es tal, porque el final se acerca y la herida se va a cerrar.
Apuran el vaso para no dejar restos olvidados y desperdiciados,
cae el agua sobre la carne y quema con ansia de torturar,
las nubes lo intentan, el silencio no daña pero sí duele
y el viento borra las huellas para olvidar
que el suelo del vacío es la vida sin final.
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