¡No!
¡No las pierdas!
Son
tuyas, tus palabras,
Recógelas,
no las dejes marchar.
Guárdalas
dónde no se puedan dañar,
donde
perduren a buen recaudo,
hasta
que alguien las quiera escuchar.
No
las lances al viento porque desaparecerán.
Envuélvelas
con mimo,
retenlas
toda la eternidad.
Sálvalas
del olvido;
son
tuyas, no las mezcles,
porque
ya no las reconocerás.
Protege
su esencia, su alma inmortal.
Aquello
que se lleve la corriente ya nunca volverá.
Aquello
que conserves, el tiempo lo recuperará.
Aunque
ya no estés, tus palabras hablarán por ti.
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