Esos
lugares comunes a los que siempre vuelvo
son
los decorados donde transcurren mis sueños.
Escurridizas
localizaciones que al intentar atrapar, se desvanecen.
Un
“déjà vù” tras otro, son momentos que evocan momentos y encienden
la
chispa fugaz en la caverna de mi memoria.
Tanto
escenario compartido…
¿Tiene
sentido?
No
es sólo azar, no es sólo caos.
Tal
vez hay una pauta, una urdimbre que se asoma a veces,
tímida,
esquiva, resbaladiza, un segundo de lucidez a veces, como una pequeña llama
alumbrando algo, no se el qué.
Está
ahí, al alcance de un sueño, esperando en suspenso, hasta la siguiente función:
una
mesa, una silla, una habitación, a veces una casa, un prado, un camino.
El
espacio es en los sueños, elástico como una goma,
moldeable
como la arcilla.
Pero
a pesar de los cambios, las dobleces, los estiramientos,
la
esencia permanece agazapada a la espera de un reconocimiento casual,
de
un recuerdo inesperado.
Cuando
ocurre, siempre sorprende.
Esos
lugares comunes suscitan preguntas, generan dudas.
¿Hablan
de coherencia o de limitaciones?
¿Es
mi mente insondable e infinita o sólo vasta pero predecible?
Pienso y pienso, hasta
que me duermo.
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