El
viejo Morlo,
tu
presencia impone,
¡ay!
dueño y señor.
Meciéndose
al viento, tu bigote, tu barba,
tus
espesas cejas.
Fuera
de todo, fuera del tiempo,
silbando
entre hojas,
mirándome
como sólo saben mirar
los
que fueron testigos de todo,
jueces
de nada.
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