Sé que
voy a contracorriente en esto (diría que en tantas cosas…) pero no me importa.
El invierno por fin ha llegado y yo estoy ENCANTADA.
No es
que no me guste el verano, o la primavera que también me apasiona, pero soy de
la opinión de que cada cosa en su momento. Están muy bien las temperaturas de
treinta grados en agosto cuando es de día hasta las diez de la noche y voy en
tirantes. ¿Pero para que quiero viento sur o bochorno en noviembre?
Ayer di
mi primer paseo bajo la lluvia con frío de verdad desde que empezó este
invierno tan templado que nos ha acompañado estos meses. La sensación es
maravillosa, hasta el aire olía diferente.
La luz
de invierno es fantástica, los colores, aunque no sean más que degradados del
gris, son apabullantes si uno se detiene un momento y los observa, los aromas….
ese chocolate calentito, los puestos de castañas, el calor del horno en casa,
la calidez de una manta de sofá, de una bufanda… la respiración que se vuelve
corpórea como una proyección del alma, la lluvia fresca que bendice lo que
toca.
Hasta
los abrazos saben mejor en invierno.
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