Un
dragón de cola azul, ojos y boca de fuego dormita entre las hojas caídas de los
árboles otoñales. Cuando la última hoja cansada de flotar en el viento se posa
en su hocico, el picor mortificante le obliga a estornudar. Llamas
involuntarias prenden la hojarasca y se marchitan con la humedad de la tarde.
Abre
un ojo luego otro, bosteza y se incorpora. Allá a lo lejos el hogar del dragón
se esconde entre la niebla. Las estancias oscuras esperan el regreso del
monstruo.
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