domingo, 3 de febrero de 2019

Dibujar (o el valor de ser mediocre)


Hace tiempo leí un interesante artículo acerca del valor de la mediocridad. En estos tiempos de postureo, nos creemos en la necesidad de ser perfectos hasta en nuestros momentos de ocio y olvidamos el placer que supone simplemente sumergirnos por completo en una actividad que nos atraiga por el simple placer de hacerla, sin esperar ningún logro.

También son tiempos de comodidad y de "esquerosismo". Estamos literalmente esperando sentados a ver si se nos despierta alguna clase de don como si la vida consistiera en desplegar una especie de poder mágico que se nos otorgara al nacer como en los cuentos. Y si no encontramos ese don mágico entonces nos seguimos dedicando a lo fácil, en muchos casos a no hacer nada. No valen los "es que no soy bueno", "es que no se me da bien" "es que no tengo talento". La vida no es un cuento, y desde luego la gente que presuponemos con "talento innato" ha currado y sigue currando lo suyo durante toda la suya, y aunque efectivamente se les puede dar mejor que al resto, ¿por qué negarnos a nosotros mismos el placer de experimentar con cosas nuevas, actividades nuevas, experiencias nuevas, aunque nunca seamos no ya los mejores haciéndolo sino ni siquiera buenos?

Esa ha sido mi reflexión desde que decidí apuntarme a clases de dibujo después de años diciéndome a mí misma que eso era para gente con talento. Entre mis objetivos de este año está desterrar el "esquerosismo", así que aquí están mis experiencias con una actividad nueva en mi vida.

En otra ocasión tal vez os cuente lo que he descubierto acerca de "fluir", esa sensación mágica que predican desde el mindfulness y que yo no había llegado a sentir ni creer en su plenitud hasta que me puse a dibujar. Ahora se lo que es.


Ver  el artículo aquí.



































































































































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