miércoles, 14 de enero de 2015

"Olive Kitteridge", Elizabeth Strout

Olive KitteridgeOlive Kitteridge by Elizabeth Strout
My rating: 5 of 5 stars



Si alguna vez os habéis encontrado en el ascensor, en una parada de metro o simplemente por la calle observando a la gente a vuestro alrededor e imaginando sus pequeñas historias, de dónde vienen, a dónde van, en qué o quién estarán pensando, sus sueños, lo que les hace felices o por el contrario les encoge el corazón, si habrán discutido esa mañana o le habrán dado un abrazo a alguien, ... éste es vuestro libro. Porque más allá de las apariencias por las que desgraciadamente guiamos nuestros juicios, hay siempre detrás de cada rostro, de cada mirada, una historia, pequeña por real y cotidiana, pero grande por lo que representa, ya que el entrelazado de todas esas historias nos descubre un mundo en el que no hay ganadores ni perdedores, ni buenos ni malos, todo forma parte del mismo hilo vital por el que deambulamos, unas veces más perdidos que otras.



La mujer que da título al libro es una profesora de matemáticas retirada de una pequeña población americana, arisca y brusca en sus actos y en sus palabras, con un marido de carácter más débil y un hijo que busca reafirmarse. Lejos de ser la protagonista (el título puede ser engañoso), resulta ser el hilo conductor de 13 relatos breves, independientes entre sí pero a la vez entrelazados, ya que los personajes están de un modo u otro conectados entre sí, son vecinos del pueblo, ex-alumnos, parientes … En todos los relatos ella aparece aunque sea fugazmente , como personaje totalmente secundario o hasta prescindible, casi como una sombra, y otras en el indiscutible papel principal.



Todos los relatos son pequeñas joyas en los que la autora ha sabido plasmar la belleza que esconde lo cotidiano, la sencillez de la normalidad , narrando y describiendo con tal maestría y sutileza, que acabas encandilada. Porque en apariencia sencillo (otra vez las falsas impresiones), una vez que te adentras en el universo del libro, descubres reflexiones tan profundas como el sentido de la vida, el paso del tiempo, la vejez o más bien la pérdida de la juventud (“cuántas cosas ignoraban los jóvenes. Ignoraban que los cuerpos torpes, viejos y arrugados estaban tan necesitados como los suyos, jóvenes y firmes”), la espera o a veces la búsqueda de la muerte, el miedo, la soledad, … el Cambio, en definitiva, así, con mayúsculas, y las maneras en que nos enfrentamos a él.


Algunas historias son definitivamente tristes (“soy la clase de persona que cree que si cogieran un mapa del mundo y clavaran en él un alfiler por cada persona, para mí no habría alfiler”, “lo que más importa en la vida es amar y ser amado. Debemos amar o enfermamos. Todas las carteleras, películas, portadas de revistas, anuncios de televisión, todo se lo estaba diciendo, nosotros pertenecemos al mundo de la familia y el amor, y tú no.”, “se ha pasado la mayor parte de su vida pensando: esta no puede ser mi vida”); otras están más llenas de esperanza, (“si aquel hombre no era un hombre que habría elegido antes de aquel momento ¿qué más daba?. Probablemente él tampoco la hubiera elegido a ella”), pero todas exprimen al máximo el jugo de la realidad. Pero no es un libro alegre, eso desde luego.


Tal vez consecuencia de que me ha pillado en un momento de mi vida especialmente sensible a estos temas, el libro me ha impactado dolorosamente, cómo sólo las cosas simples pueden hacer . Si leéis el libro descubriréis por ejemplo la diferencia entre grandes alegrías y pequeñas alegrías, también lo que es una cesta de viajes, o cómo lo que soñamos y planeamos de jóvenes se queda muchas veces en éso, sólo sueños y planes, que enfrentados a la realidad, hacen que ésta duela más. Y también, que con la edad el tiempo en su invisible importancia tiene otro sentido. Como dice un personaje: “ Cuatro años no es mucho tiempo, a nuestra edad es como volver un par de páginas”.



Pero es que además, la envoltura me ha parecido preciosa, esa manera de contar de Elizabeth Strout me parece deliciosa, puedes imaginar la escena perfectamente como si te hubiera o te estuviera pasando a ti. Como ejemplos, ese momento en que Olive está reclinada en una habitación y escucha a medias una conversación a través de una ventana abierta; no se me ocurre cómo otro autor podría haberlo escrito para recrear ese momento, o el encuentro de unos personajes a los pies de las butacas antes de que empiece un concierto, algo que seguramente habremos vivido todos pero que no sabríamos cómo describir sin parecer insulsos de una manera o exagerados con la importancia del momento, de otra.



La calidad de todos los relatos es tan similar, que deja una sensación de que ni sobra ni falta ninguno, desde “Marea Creciente” y “Pequeñas alegrías”, mis favoritos, pasando por “La Pianista”, “Delincuente” , “Tulipanes”… o el espléndido final “Rio”.


Hay mil frases y momentos que me han encantado y algunos párrafos aún los estoy “masticando”. La esencia de lo que esconden me tiene aún atrapada en ese momento que todo lector que ha acabado un buen libro conoce: cuando pasas la última página y te quedas mirando al vacío, aún prendida de lo que acabas de dejar atrás.



Piensa Olive que cuando vivimos la vida, no somos conscientes de estar viviéndola. Sólo a posteriori nos damos cuenta de esos puros momentos. Albert Espinosa decía en otro fantástico libro que cuando miras una fotografía te das cuenta de que nada era tan malo como parecía entonces. He comprobado esa sencilla verdad muchas veces.



Pero a pesar de la melancolía que impregna la atmósfera del libro y de esa Olive Kitteridge, que en realidad nadie conoce de verdad, ni siquiera sus más allegados, me gustaría acabar con una cita esperanzadora:



“El mundo la desconcertaba, no quería abandonarlo”




La cadena HBO ha plasmado en una miniserie del mismo título esta espléndida novela. No me gusta comparar libros con sus homólogas adaptaciones a la pantalla, porque me parecen dos modos de expresión totalmente diferentes y no hay que buscar la traducción literal, ya que eso puede arruinar el resultado. Lo que está bien en papel, no tiene porqué estarlo en imágenes y viceversa y hay que respetar las necesidades de cada medio. Para mí, un libro y su adaptación cinematográfica son dos obras distintas, con un discurrir diferente.


La serie me parece fantástica, pero ¿cómo no va a serlo, con la maravillosa Frances McDormand al frente? Recomendable también, al igual que el libro.




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