jueves, 19 de julio de 2012

Reboredo mojado

Llueve,
llueve lluvia aquí en la eira,
llueve pura sobre la tierra ya mojada por la lluvia de ayer,
sobre las hojas verdes y las tiernas flores;
cae mojada sobre el suelo mojado, sobre el pantano crecido,
cae con fuerza aquí mismo, salpicando en mi corazón.

El sonido del agua.., ¡cuántos matices y sensaciones!
Coreada por voces aladas, melodía sin batuta
que aplauden rayos de sol aún demasiado jóvenes y tímidos para no volverse a esconder.

Están las gotas que caen con ritmo,
piano, piano, alegría ordenada que desemboca en caos desbocado.
Está el manantial que fluye, cascada de percusiones en mi oído despierto.
Están los suspiros de los árboles, con sus melenas al viento.
Y este sabroso olor, siempre igual, siempre distinto.
El aroma de antes que huele a anticipación,
el de los aromas robados a la tierra mojada que le siguen;
Lo que respira, lo que se mueve, lo que no, todo con su propio esplendor.
Y después, con la calma, el suave frescor,
el renacimiento, la expiación.

La rueda gira, renovados y limpios continuamos.
Aquí en lo más profundo de la verde  G,
la lluvia nos detiene y atrapa,
el tiempo se para hasta que el agua decide.
Puede la vida intentar la rutina,
que la lluvia es la risa fresca de la Naturaleza descarada.
Risas por la fragilidad de aquéllos que exhiben su fortaleza.
por la futilidad que se hace manifiesta y por nuestra vanidad,
que con muy poco esfuerzo es vencida.

Somos pobres y tontos, y por eso perseveramos,
la ignorancia es nuestra valentía.
Ya no esperamos al sol envueltos en pieles,
pero esperamos,
y celebramos con la misma inocente entrega.

Ante lo esencial, lo incontrolable,
seguimos tan indefensos como niños,
esperando el desenlace de una obra que no firmamos nosotros.

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